En el año 1949 se aprobó el primer plano de subdivisión de aproximadamente 30 hectáreas, marcando el inicio formal de lo que, con el tiempo, conoceríamos como el barrio Las Gaviotas. Este loteo —inscripto bajo las normativas de la época— respondía a una lógica de parcelamiento rural, con terrenos de mediana dimensión destinados principalmente a un uso familiar, sin planificación urbana integral ni infraestructura proyectada.
Sin embargo, durante más de siete décadas, esas tierras permanecieron prácticamente estancadas en su desarrollo. Muchas parcelas quedaron en manos de propietarios ausentes, algunas fueron heredadas, otras vendidas de manera informal, y en su mayoría carecieron de una visión colectiva o comunitaria. Esta fragmentación, sumada a la falta de inversión pública y privada sostenida, dejó al loteo en una especie de limbo: fuera del radar institucional, sin servicios básicos, sin trazado vial consolidado ni identidad barrial definida.
Recién en años recientes, a partir de nuevas dinámicas de expansión urbana, demanda habitacional y el impulso de actores locales, este histórico loteo comenzó a reactivarse como proyecto urbano real, con vecinos decididos a habitar, organizarse y construir comunidad en un espacio que durante mucho tiempo existió sólo en papeles.